Quiero hablar de la envidia

Jul 18, 2022

Quiero hablar de la envidia. Sí, de esa emoción tan humana y desagradable de vivir. Y quiero hablar de ella porque yo, Rut Muñoz, soy envidiosa.

No me cuesta nada reconocerlo ahora porque además de envidia también tengo amor propio y sobre todo porque le he perdido miedo a la verdad. A la mía, evidentemente, a la que yo construyo. Lo primero que quiero decir es que tener envidia no me (nos) hace peor persona, tampoco mejor no nos engañemos. Me (nos) hace ser solamente eso: persona.

Pues aclarado este punto, y dando por sentado que me dirijo también a otras personas con sus cosillas, hablaré de la envidia como lo que es ahora para mí: un mecanismo de mi mente para conocer mejor mi deseo.

Yo personalmente, y que yo sepa, no he usado mi envidia para hacer daño a nadie más que a mí misma, y oye, que levante la mano la persona que no haya probado los turbios placeres, y lo digo con rintintín, de llevarse a sí misma por la calle de la amargura. Pero aunque la haya usado sólo para lastimarme a mí, yo soy una persona y un respeto Rut por favor.

Por eso un día quise no tener más envidia y me dediqué en cuerpo y alma, lo juro, a erradicar de mí esa sustancia tan nociva que es la que emborrachaba mi mente obligándola a pensar que los demás seres humanos eran más guapos, listos, brillantes, libres, graciosos, idóneos, respetables, dignos de amor…y paro porque me ensaño. Pero nada, no había manera de arrancarme a la envidiosa que llevo dentro. Imposible. Y la culpa ya por las nubes. Y la frustración.

¿Cómo puede ser que yo, con los años de terapia y estudio de la filosofía oriental que llevo, no pueda dejar de tener envidia?

Debo ser tonta, rematadamente tonta.

Pero ese no era el tema en realidad, porque inteligencia he tenido y tengo suficiente. Pero estaba puesta al servicio de hacer desaparecer la envidia como a un conejo en el sombrero del mago. Y como en el caso del conejo o la paloma o la flor, hacer desaparecer algo no es magia, es truco (o que te lo has comido). Y ahí empezó mi inteligencia a ponerse las pilas:

Déjate de trampas Rut y ponte a hacer magia de verdad, la que hace el alquimista con la potencia de su amor a la vida.

Entonces cambié la pregunta por otras: ¿qué puedo hacer con la envidia cuando aparezca para ponerla al servicio del placer y no del dolor? ¿qué maravillas ocultas tiene esta emoción que todavía no conozco?

Y también: si existe debe de tener una utilidad, y si no la tiene me la tendré que inventar. Pues allá vamos.

Una de las ventajas de nuestra mente es la creatividad, además de la capacidad para decidir. Para la Medicina China estos dos principios, creatividad y capacidad de decisión, son las raíces de la libertad.

Así que usaría esas dos fuerzas para crear la “nueva” envidia en mí que para empezar se distinguiría en eso de la “antigua”: no sólo la envidia no me esclavizaría nunca más sino que apoyaría mi sentido de libertad.

En vez de ser víctima de algo que me sometería, mi envidia será un instrumento de auto-conocimiento liberador.

Empecé a apuntar en una libreta y sin culpa ni recortes, todas las cosas que envidiaba y a las personas de quien las envidiaba. Empecé por la envidia material:

“Envidio a las mujeres con el culo duro, a las que tienen el pelo muy rizado desde la raíz y con mucho volumen, a las mujeres de tobillo fino, a las que no tienen arrugas nasogenianas, y a las que cuando se ríen no se le ven las encías.

También envidio a las personas que tienen una casa en el campo con jardín o en medio de la naturaleza salvaje. Envidio a las personas que tienen una casa de ensueño, cómoda, extraordinariamente bella. Y a las que visten con estilo auténtico y propio y con ropa de firmas que yo no puedo pagar."

Luego fui un poco más dentro:

“Envidio a las personas que controlan su llanto y sus emociones en general y no se desbordan nunca y que aún así son sensibles y disfrutan de la vida sin perderse nada. A las personas autónomas que nunca se han enganchado a nada ni a nadie. A las que están alegres de manera natural SIEMPRE. Y también envidio a las personas que saben mucho de historia, de filosofía, de cine, de literatura.

Envidio a las personas que escriben muy bien, y sobre todo a las que el mundo entero ha reconocido con algún premio importante. Envidio además con un fervor casi enfermizo a las personas seguras de sí mismas en el amor y que tienen una pareja que las adora y las cuida sin que tengas que suplicar.

Y también envidio a las personas que tienen sexo siempre que quieren y con la persona que quieren y las veces que quieran, ya sea en pareja o porque son tan irresistibles que cualquiera sucumbiría a sus encantos. Y por último, y creo que me dejo algo seguro, envidio a las personas que no cuestionan la bondad de Dios.”


De toda esa disertación de la que os he ahorrado los nombres propios de mis musas/os, hice un resumen en unas cuantas palabras: belleza física, sensualidad, estilo propio vistiendo, naturaleza cerca, amor y sexo abundante, integridad emocional, sensibilidad y alegría, autonomía, conocimiento, inteligencia, talento, fe.

Y al escribir todas estas palabras surgió el concepto: la envidia como motor, que tanto hemos usado en conversaciones de amigas envidiosas todas: la envidia como motor. Como motor para poner en marcha la vida en todas esas direcciones lícitas y potentes.


Lo que envidio en ti es lo que deseo cultivar en mí.


Y sí, tal vez es una utopía pensar que si trabajo mucho en mí un día tendré los tobillos finos sin necesidad de limarme el hueso o que ganaré el premio Loewe de poesía cuando alguien descubra que soy una poeta excepcional, o mejor, el Nobel de literatura. Pero para qué sirve una utopía: para caminar hacia ella.


Lo primero que he asumido de la envidia, de la mía, es que si tuviera todo eso que envidio no estaría más realizada porque seguramente envidiaría otras cosas. Pero moverme hacia ello con ganas sí me hace sentir que me estoy realizando, que estoy haciendo algo por mí que me da fuerza y alegría y me conectan más conmigo y con la vida. Así que aquí mi primer punto esclarecedor: no quiero cambiar, solo quiero moverme hacia la vida. ¿Y dónde está la vida? En todos esos valores que la envidia me señala. Punto. Fácil y sencillo.


La envidia como motor y brújula. La envidia no como escasez desde donde mirar, sino plenitud de deseos a los que seguirle la pista.


Para la Medicina China, cualquier emoción puede y debe ser vivida fuera de la víctima para que no se convierta en una pasión ( del griego pathos: sufrimiento), y eso quiere decir, fuera del castigo y cerca del amor y el placer. Eso no quiere decir que vaya a ser todo un camino de rosas, pero como somos seres creativos y tenemos la capacidad para decidir libremente sobre lo que queremos que sea nuestra vida, propongo irnos enteramente a favor. Porque desde ahí es desde donde se hace la belleza.


Lo que una persona hace para sí misma desde el amor propio también lo está haciendo para mí realización, porque estamos unidos en la conciencia y en el corazón y somos espejos donde mirarnos.


Cambiemos nuestro mundo entonces: seamos ese Dios bueno, en el que ya tengo fe porque lo he creado en mi corazón para no hacerme daño .

 

Un fuerte abrazo y gracias por leerme.

Rut

P/D: La imagen es anónima. Si alguien conoce al autor que nos escriba.

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