Nuestros pensamientos también son comida
Apr 20, 2023No nos alimentamos sólo de comida.
Hoy quiero reflexionar sobre otra fuente de nutrición diaria, constante y fundamental para nuestra salud: nuestros pensamientos.
Igual que hay comida basura hay pensamientos basura que no intoxican. ¿Y por qué quiero hablar de esto? Porque le estamos dando un importancia desmedida a la comida esperando que nuestra salud se sujete solamente o sobre todo sobre esa pata.
Hacemos dieta pensando que si la hago bien ya estoy haciendo todo lo que mi cuerpo necesita para no enfermar.
Hoy yo me detengo en esta observación: estamos vaciando nuestros platos de alimentos que no nos convienen y sin embargo estamos dejando que pensamientos cargados de emociones no procesadas, autoexigencia, complacencia, victimismo, rechazo, narcisismo… inunden nuestra mente y creen nuestra realidad apoderándose de nuestro cuerpo.
Por ejemplo. Tenemos la creencia que dejar de comer azúcar cambiará mi vida para mejor, pero no hago esa misma restricción a todos los pensamientos que me tachan de gorda, tonta, fea, incapaz.
No pongo la misma contundencia ni la misma disciplina a la hora de reducir “los fritos” que a la hora de dejar de insultarme por lo mal que he hecho algo o de sobre adularme por lo bien que me ha salido (las dos caras de la misma moneda).
Hago el esfuerzo de reducir el alcohol y de dejar la lactosa o el gluten, pero lo hago mientras me digo que no va a servir para nada porque nada sirve para nada porque estoy destinada a ser una infeliz y encima sin alcohol más.
Hay que poner a dieta urgente a nuestros pensamientos.
Dejar el azúcar y de llamarme vieja o inútil a la vez. Y con la misma vehemencia que nos lleva a examinar bote por bote todas las etiquetas del supermercado para cerciorarnos que efectivamente nos estamos comprometiendo con el tema, mirar minuciosamente nuestros pensamientos para cerrarle la puerta en las narices y sin mirar atrás a cualquier pensamiento que venga a disminuir mi valía, a robarme la tranquilidad, a compararme con cualquiera, a desmoralizarme, a destruir nuestra capacidad de amar y ser amada/o.
Nuestros pensamientos impregnan de vida o de muerte nuestro cuerpo y nuestro espíritu, tomémoslos en serio para poder vivir con alegría.
Empecemos a hablar con nosotras mismas/os, a observar qué palabras uso y con qué tono me hablo.
Aprendamos a hablarnos con respeto, a escuchar nuestras necesidades y deseos.
Vaciemos nuestro día de cosas que hay que hacer para sentarnos a meditar y mirar dentro y vaciar también nuestra mente de tanto pensamiento fast food.
Pidamos ayuda a profesionales si vemos que tenemos dificultades para observar los pensamientos, reconducirlos, acotarlos, desarrollarlos. Si nos hemos quedado reproduciendo un maltrato de la infancia.
Aprendamos a pensar: eso es comer bien: pensar a nuestro favor, a favor de nuestras relaciones, a favor de la vida.
Nuestros pensamientos son la principal fuente de nutrición de nuestro sistema, no lo olvidemos.
Un abrazo,
Rut