La emoción de la tristeza y la pasión de la tristeza

Nov 02, 2022

Muchas personas, tanto en consulta como en las clases, me habéis pedido que
explique la diferencia entre la emoción de la tristeza y la pasión de la tristeza a la que
llamamos depresión. Pues aquí estoy.

Primero quiero subrayar la diferencia entre una emoción de su pasión. Una emoción
es algo en lo que entras y sales y tiene un sentido y sirve para algo. Muchas veces
hemos escuchado o hemos dicho cuando viene una emoción: pasará. Y sí, es cierto,
una emoción es algo que sucede y que pasa, pero cuando se entienda lo que viene a
enseñarnos, su función en ese momento.

Una pasión tiene un comportamiento más fijo, no tiene la movilidad de la emoción,
me explico. En origen una pasión es una emoción en la que hemos entrado pero de la
que no podemos salir, quedando esta sobredimensionada dentro del cuerpo y
cogiendo mucho más espacio del que necesita. Por lo tanto se queda estancada y
dando vueltas sin poder salir. No la podemos soltar.

Y por qué. Muchas veces porque no ha sido escuchada. Y entonces no sabemos para
qué ha venido ni qué función tiene y cómo entenderla y atravesarla. Muchas veces
queremos que se pase, pero miramos para otro lado y lo que sucede es todo lo
contrario: va invadiendo todos los otros lados hasta que se apropia de nuestro cuerpo
entero.

La emoción de la tristeza tiene un sentido. Sirve para algo tan importante como esto:
despedirse. Se sitúa en el pulmón y en el intestino grueso. Estos órganos reciben algo
de fuera (oxigeno, comida) y después de un proceso biológico, excretan lo que ya no
necesita el cuerpo, lo que no sirve (co2, heces). Son órganos que toman y sueltan, yo
les llamo los Maestros del desapego. Son los órganos que nos enseñan a morir. La
emoción de la tristeza es nuestra emoción del desapego, es la emoción que nos va

enseñando durante toda la vida que las cosas cambian y se acaban, y que eso también
pasará con nuestro cuerpo.

La emoción de la tristeza cuando aparece nos dice dos cosas: has inhalado primero, es
decir, has tomado la vida y la has aprovechado, y ahora toca exhalar, es decir, decir
adiós, Soltar esa relación a la que te entregaste pero que se acabó (si no te entregaste
no te entristece tanto que se acabe), a ese ser querido que murió, a ese trabajo que se
acabó, a este cuerpo que ya no tiene la potencia de la juventud. Despedirse de lo que
has amado o construido genera tristeza y gracias a ella aprendemos a despedirnos. Y
son las lágrimas, con la respiración asociada al llanto, las que se van llevando junto a
ellas eso a lo que hay que decir adiós.

La pasión de la tristeza a la que llamamos depresión es bien distinta. Es tristeza, pero
a veces no podemos soltar algo o a alguien si antes no hemos podido vivirlo primero.
Sería algo así como querer exhalar sin haber inhalado antes. Dicho de otra manera, la
pasión de la tristeza llega cuando no nos hemos abierto a lo bueno de la vida por
miedo a perderlo después, bloqueando el movimiento entrar-salir. Evitando el dolor
de la pérdida no vinculándome a nada ni a nadie no se puede vivir sin acabar
“deprimido” porque en esa evitación vas perdiendo la esencia de la vida que es
sencillamente ser vivida. Y la vas sustituyendo por una satisfacción profunda que
llamamos depresión.

Otra vertiente de la pasión de la tristeza es cuando vivimos aferrándonos a las cosas y
personas convirtiéndolas en única fuente de alegría, perdiendo autonomía en cuanto a
la capacidad de conectarme yo a la vida sin necesitar intermediarios. Entonces si
pierdes ese “objeto” la vida se va con él y en la resistencia a soltarlo podemos
quedarnos eternamente. Entonces la tristeza se queda atrapada dentro convirtiéndose
en depresión.

La tristeza nos dice, llora para despedirte, porque en cada lágrima está el homenaje a
la vida plena que has vivido.

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